lunes, 21 de septiembre de 2015

EL CRIADO DE DOS AMOS, de CARLO GOLDONI

Tapa blanda. 280 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402944.
Traducción de Joseph Concha.
Edición e introducción de Fernando Olaya Pérez. 
Esperpento Ediciones Teatrales 2015.

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FRAGMENTO de la introducción a "EL CRIADO DE DOS AMOS" de Carlo Goldoni, por Fernando Olaya Pérez.

El personaje de Truffaldino, el Bertoldo de la edición española, deriva de la máscara de la Comemedia dell´Arte llamada Arlecchino. Ya se ha comentado como Goldoni quita la máscara a los personajes, que aparecen a cara descubierta, y dota a la comedia de una trama congruente de tipo aristotélico, aunque recargada de gags y chistes, también muy propios de la comedia palatina. Giorgio Strehler cuando decide recuperar en 1947, para el Piccolo Teatro di Milano, la obra de Goldoni la titula "Arlecchino servitore di due padroni", debido a que el personaje de Arlequín y su indumentaria a base de rombos había cosechado gran fama entre el público, asociándose en el mundo infantil a una especie de payaso. Truffaldino pasa así al anonimato y, tergiversando la situación, muchas compañías comienzan a representar la obra con máscaras al modo de la Commedia dell´Arte.
Para una recuperación auténtica de este arte habría que volver a los “canovaccio”, o argumentos, sobre los que se basaban las improvisaciones y que han sido publicados, en diversas ediciones, con posterioridad a Strehler. Si a todo esto le unimos el relativo auge actual del teatro improvisado, encontramos un cierto galimatías difícil de comprender cabalmente.

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FRAGMENTO de "EL CRIADO DE DOS AMOS" de CARLO GOLDONI:

BERTOLDO Y BARTOLO. Entran BEATRIZ y DON PANTALEÓN.

BEATRIZ
¿Qué haces de rodillas?
BERTOLDO
Estaba aquí dibujándole al patrón el modo de cubrir la mesa, compuesta con estos pedazos de papel.
BEATRIZ
¿Y qué papel es?
BERTOLDO
¡Oh, pobre de mí, que es la letra de cambio! Ahora sí que la he hecho buena.
BEATRIZ
¡Esta es la letra de cambio! ¡Ah, canalla, bruto incapaz! ¿Qué le parece a vuestra merced, señor don Pantaleón, no es un asno?
PANTALEÓN
A la verdad que es cosa de risa, en fin se puede remediar; pues yo haré otra, como es mía.
BEATRIZ
Lo mismo hubiera sido, si hubiera venido de lejos.
BERTOLDO
Todo el mal ha venido porque el patrón no sabe cubrir la mesa.
BEATRIZ
Calla y vete allá dentro.
BERTOLDO
Sobre que no sabe...
BEATRIZ
Ya te digo que te vayas.
BERTOLDO
En materia de disponer una comida no le cedo ni a mi padre.
Vase.

BARTOLO
Este hombre no le comprendo, parece medio tonto, y no lo es.
BEATRIZ
Finge, pero para su provecho sabe muy bien gobernarse. Patrón, comamos.
BARTOLO
Señor, para poner seis platos por portada, es menester esperar un poco.
PANTALEÓN
¿Cómo es eso de seis platos? Sin portadas: no andemos en cumplimientos, plato a plato; y no andarse con ceremonias, señor don Federico.
BEATRIZ
Cuando es así, vuestra merced arréglese.
BARTOLO
Bien, ¿pero quisiera vuestra merced algún plato particular?
PANTALEÓN
Si hay algo de carne picada, me alegraré, porque me gusta, y como no tengo buenos dientes, hallo menos trabajo.
BARTOLO
Haremos una almondiguillas.
PANTALEÓN
Sí, sí, almondiguillas.
BEATRIZ
Pues que sea pronto.
BARTOLO
Las hay hechas.
BEATRIZ
Dígale a mi criado que me venga a servir.
BARTOLO
Éntrese vuestra merced en su cuarto, que allá irán a poner la mesa.
Vase.
BEATRIZ
Vuestra merced habrá de perdonar, si no fuese el tratamiento como vuestra merced se merece.
PANTALEÓN
Ya he dicho que no gasto ceremonias; con amistad y fuera cumplimientos.



domingo, 13 de septiembre de 2015

RUY BLAS, de VÍCTOR HUGO

Tapa blanda. 212 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402951
Traducción de Bartolomé Mitre.
Incluye prólogo del traductor y prefacio de Víctor Hugo.
Edición e introducción de Fernando Olaya Pérez.


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FRAGMENTO DEL PREFACIO DE VÍCTOR HUGO


Mirado bajo el punto de vista puramente literario, el aspecto de esta idea, intitulada Ruy Blas, cambiaría también. Las tres formas soberanas del arte podrían aparecer personificadas y resumidas: don Salustio sería el drama, don César la comedia, Ruy Blas la tragedia. El drama anuda la acción, la comedia la complica, la tragedia la desata.
Todos estos aspectos son exactos y verdaderos, pero ninguno de ellos es completo. La verdad absoluta está únicamente en el conjunto de la obra. Que cada uno encuentre lo que busca, y el poeta, aunque de ello no se lisonjee, habrá conseguido su objeto. El argumento filosófico de Ruy Blas, es el pueblo aspirando a las regiones elevadas; el argumento humano, es un hombre amando a una mujer; el argumento dramático, es un lacayo enamorado de una reina. La multitud que cada noche acude a ver esta obra, porque en Francia la atención pública jamás deja burladas las tentativas del talento, cualesquiera que ellas sean, la multitud no ve en Ruy Blas más que este último argumento: el dramático. Osea, el lacayo; y tiene razón. 

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FRAGMENTO DE RUY BLAS, DE VÍCTOR HUGO

ACTO IV
ESCENA TERCERA 
DON CÉSAR y un LACAYO.
DON CÉSAR 

Midiendo al LACAYO de pies a cabeza.
¡Amigo! ¿Qué buscáis? 

Aparte
Aquí, con todo mi aplomo.
EL LACAYO
A don César de Bazán.
DON CÉSAR
Aparte.
¡Pero esto es maravilloso!
Desembozándose.
Ese soy yo.
EL LACAYO
¿Sois don César?
DON CÉSAR
¡Pardiez! Otro no pienso
que pueda haber. Yo mismo.
EL LACAYO
Poniendo el talego sobre una silla.
Contad, y ved si está todo.
DON CÉSAR
Como deslumbrado. Aparte.
¡Esta es buena!
Alto.
Amigo mío...
EL LACAYO
Esta es la plata y el oro
que tengo encargo de daros.
DON CÉSAR
Con gravedad.
Ya comprendo...
Aparte.
¡Vaya un modo!
Lléveme el diablo si entiendo;
Pero va bien el negocio.
No le echemos a perder.
Alto.
¿Queréis un recibo?
EL LACAYO
Todo
lo ordenado, es entregar.
DON CÉSAR
Ponedle ahí. A propósito,
¿quién lo manda?
EL LACAYO
Bien sabéis...
DON CÉSAR
¡Sin duda!
Aparte.
¡Me vuelvo un topo!
Alto.
Pero…
EL LACAYO
Y muy bien conocéis.
DON CÉSAR
¡Ah! ¡Sí!
EL LACAYO
Y no es eso todo.
Y para lo que sabéis,
¡Chitón!, y mucha reserva,
recomienda sobre todo.
DON CÉSAR
Magnífica frase. ¿Cómo?
Repetídmela.
EL LACAYO
De parte de quien sabéis.
DON CÉSAR
Sí.
EL LACAYO
Y lo otro,
para lo que vos sabéis.
DON CESAR
¿Y reserva sobre todo?
EL LACAYO
Sobre todo, gran reserva.
DON CÉSAR
¡Esto es claro!
Aparte.
¡Como un pozo!
EL LACAYO
Yo obedezco. En lo demás
nada comprendo.
DON CÉSAR
Eso es obvio.
EL LACAYO
Mas vos comprendéis.
DON CÉSAR
¡Ya! ¡Ya!
EL LACAYO
Esto me basta.
DON CÉSAR
¡Pues cómo!
Sí comprendo, amigo mío,
puesto que soy el que tomo.
Esto es claro como el agua,
y que se bebe de un sorbo.
EL LACAYO
¡Chitón!
DON CÉSAR
¡Chitón!
EL LACAYO
Pues contad.
DON CÉSAR
¿Por quién me tomas? ¡Mil votos!
Admirando lo repleto del talego, que coloca sobre la mesa.
¡Oh! Qué vientre tan repleto!
EL LACAYO
Pero...
DON CÉSAR
Pareces buen mozo.
Me fío en ti.
EL LACAYO
Son doblones
de buena ley: plata y oro.
DON CÉSAR abre el talego y saca de él varios sacos más pequeños llenos de
plata y oro, que va vaciando sucesivamente sobre la mesa con admiración; enseguida empieza a coger puñados de oro y a echárselos en los bolsillos.

DON CÉSAR
Aparte, interrumpiéndose con majestad.
Vaya un caso singular,
con que mi cuento corono.
Echándose más oro a los bolsillos.
¡Tengo el galeón de las Indias!
Un verdadero tesoro.
Sigue llenándose sucesivamente todos sus bolsillos , y parece haberse olvidado del lacayo.
EL LACAYO
Vuestras órdenes aguardo.
DON CÉSAR
¿Para qué?
EL LACAYO
Para en un todo
ejecutar sin demora
lo que sabéis...
DON CÉSAR
¡No eres bobo!
EL LACAYO
Y que yo no sé. Muy grandes
intereses...
DON CÉSAR
¡Sí! ¡Famosos!
EL LACAYO
Repito lo que me han dicho:
que es urgente.
DON CÉSAR
Golpeándole el hombro.
Lo conozco.
Gracias, servidor fiel.
Mucho me gusta tu modo.
EL LACAYO
Mi amo me encarga os ayude.
DON CÉSAR
Aparte.
¿Qué será?
Alto.
Eso es muy congruo.
Aparte.
Maldito si sé qué hacer
Alto.
Acércate.
Llena de vino el otro vaso.
Bebe esotro.
EL LACAYO
¡Qué! Yo señor...
DON CÉSAR
Bebe eso.
El LACAYO bebe, y DON CÉSAR vuelve a llenarle el vaso.
Cuida al levantar el codo,
que es un vino de Oropesa.
Ahora conversemos.
Aparte.
Noto
que el vinillo le hace efecto.
Alto y repantigándose en el sillón.
Dime ¿sabes lo que somos?
Pues el hombre es humo vano,
que sale como de un horno
del fuego de las pasiones.
Le sirve más vino.
¡Vaya! Todo esto es muy soso.
Tal cual en la chimenea
sube el humo; de otro modo
a la inversa baja el hombre...
Aparte.
Yo testigo.
Se frota la pierna. Alto.
Como un plomo.
Llena los dos vasos.
Bebamos, que vale más
que todo aquese tesoro
de un borracho la canción.
Acercándose al lacayo con aire misterioso.
Pero seamos cautelosos:
se puede el eje quebrar
si se recarga, y es obvio,
que una pared sin cimiento
se viene al suelo. Ven, pronto.
Arréglame el cuello.
EL LACAYO
Con arrogancia.
Como
no soy ayuda de cámara,
llamaré...
DON CÉSAR
¡Perdido estoy!
Entra uno de los NEGROS, DON CÉSAR muy agitado se vuelve al lado opuesto, como no sabiendo qué hacer.
EL LACAYO
Al NEGRO.
El cuello de su excelencia
arreglad.
El NEGRO se acerca con gravedad, arregla el broche del cuello del ferreruelo, saluda y vase, dejando a DON CÉSAR estupefacto.
DON CÉSAR
Aparte, poniéndose de pie.
¡Es un embrollo!
Se adelanta al primer término del proscenio, y se pasea a grandes pasos.
En casa de Belzebú
estar debo, ¡qué demonio!
En el tomar no hay engaño;
de este dinero dispongo,
pero ¿qué diablos hacer?
Volviéndose hacia el LACAYO, que estará sentado a la mesa, y continúa bebiendo y empezando a bambolear en la silla.
Se me ocurre…
Meditando, aparte.
Pues supongo
que pagar a mis acreedores
es echar agua en un pozo
y regar muy feas flores.
¡Está visto! Si no hay como
tener dinero, pues luego
el hombre se vuelve tonto,
y se corrompe, aun siendo
de Aníbal deudo. ¡Qué colmo!
¡Pues yo pagar lo que debo!
¿Qué se diría?
EL LACAYO
Apurando su vaso.
¿Qué ordena
vueselencia?
DON CÉSAR
Aparte.
¡Sí! ¡Ya! ¡Ya!
Alto.
Sigue bebiendo, entretanto
que lo voy a meditar.
El LACAYO sigue bebiendo. DON CÉSAR continúa paseándose; de repente, se golpea la frente como si hubiese encontrado una idea.
Dirigiéndose al lacayo.
Llena tus bolsillos de oro.
El LACAYO se levanta bamboleando, y llena sus bolsillos de oro, DON CÉSAR le ayuda y continúa hablando.
¡Escucha! En seguida irás
hasta la Plaza Mayor,
y allí tienes de encontrar
una casa muy estrecha.
Pero hermosa casa, ¡bah!,
que lleva el número nueve;
por más señas, que has de hallar,
un papel en vez de vidrio.
EL LACAYO
¿Casa tuerta?
DON CÉSAR
¡Qué no, tal!
Es sólo bizca. Cuidad,
que al trepar por la escalera,
bien te puedes estropear.
EL LACAYO
¿Una escala?
DON CÉSAR
Cuasi, cuasi.
Allí una bella verás,
de cabellos encrespados,
retacona; en lo demás
muy guapa, aunque tira a roja.
En fin, es una beldad.
Trátala con gran respeto,
porque es mi querida ¿estás?
Lucinda, de ojos azules
que antes fue rubia, y bailar
pudo ante el papa, un fandango.
Cien ducados le darás.
En un cuartucho de al lado,
verás un gran perillán
con la nariz colorada,
y a manera de antifaz
encasquetado un sombrero
muy viejo, del que además
cuelga un penacho que llora,
con un espadón al cinto.
Seis pesos le has de entregar.
Más lejos, en una cueva,
negra como humo, hallarás
una especie de taberna,
y un hombre al pie del umbral,
que bebe y fuma. Es un hombre
que no echa votos jamás;
muy bueno, muy elegante,
y por seña principal
se llama don Gualatromba.
Treinta escudos le darás.
Y dile que se los beba
a mi salud. Además,
si hay por allí otros bribones,
pórtate con caridad.
EL LACAYO
¿Y después?
DON CÉSAR
Guárdate el resto.
Por fin, para terminar...
EL LACAYO
¿Qué me ordena Vueselencia?
DON CÉSAR
Que te vayas a embriagar.
Rompe todas las botellas,
y a tu amo cuenta darás
mañana.
EL LACAYO
Príncipe, basta.
Se dirige hacia la puerta haciendo zig zags.
DON CÉSAR
Mirándole caminar.
¡Como una cuba se va!
Llama al LACAYO: éste vuelve.
Te han de seguir los ociosos;
tente firme, ¡voto a tal!
Compórtate como debes,
y si por casualidad
se te caen unos escudos,
déjalos caer no más;
y si algunos los recogen,
déjaselos embolsar.
Y si hasta la faltriquera
llegaren a registrar,
sé indulgente, que son hombres
como nosotros. Verás,
que en este mundo tan triste
bueno es el contento dar.
Con melancolía.
¡Un día serán ahorcados!
Trátamelos con bondad.
Vase el LACAYO. DON CÉSAR queda solo; apoya los codos sobre la mesa, y parece sumido en profundas reflexiones.
Es el deber de un cristiano
la riqueza bien emplear.
Ya tengo para ocho días.
Si algo quedase además,
lo emplearé en obras piadosas.
Pero, ¡quién sabe!, quizás
este es algún quid pro quo,
y va a volar el caudal.
La puerta del foro vuelve a abrirse, y aparece una DUEÑA velada, de cabeza entrecana, con abanico, basiña y mantilla negra.





domingo, 6 de septiembre de 2015

EL CAFÉ, DE CARLO GOLDONI

EL CAFÉ - EL CRIADO DE DOS AMOS, DE CARLO GOLDONI
Tapa blanda. 280 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402944.
Traducción de Joseph Concha.
Edición e introducción de Fernando Olaya Pérez. 
Esperpento Ediciones Teatrales 2015.

FRAGMENTO DEL PRÓLOGO DE CARLO GOLDONI A "LA BOTTEGA DEL CAFFÉ"


En esta Comedia hay caracteres tan universales, que en cada sitio donde fue representada, se creían que se había hecho acuñando los originales conocidos por todos. El malidicente encontró prototipos de todo, y es necesario soportar a veces, a pesar de ser inocente, la marca de haberlo copiado maliciosamente.
No, ciertamente, no soy capaz de hacerlo. Mis caracteres son humanos, verosímiles, quizá reales, pues los saco de la turba universal de los hombres, y puede que alguno se reconozca en ellos. Cuando ocurre esto, no es culpa mía que alguien se parezca al triste o al vicioso, la culpa es del vicioso, que se encuentra para su desgracia reflejado y no del carácter que yo dibujo.




FRAGMENTO DE "EL CAFÉ" DE CARLO GOLDONI

ACTO I, ESCENA VIII
 
DON MARCIO, DON EUGENIO, PANDOLFO y luego RODOLFO.
 
PANDOLFO
Dos palabras, don Eugenio.
 
Llevándole a un lado.
EUGENIO
Sé lo que venís a decirme. He perdido treinta cequíes sobre mi palabra: soy honrado y los pagaré.
PANDOLFO
Pero es el caso que el señor conde los espera. Dice que él ha arriesgado dinero contante y quiere cobrar enseguida.
MARCIO
 
Aparte.
Daría cualquier cosa por enterarme de lo que hablan.
RODOLFO
Aquí está el café.
EUGENIO
Decídselo; y decidle también que, habiéndome ganado cien cequíes en dinero contante, creo que debería darse por satisfecho.
PANDOLFO
Eso no se debe decir entre jugadores. Vos sabéis mejor que yo lo que se hace en materia de juego.
RODOLFO
Señor, el café se enfría.
EUGENIO
Déjame en paz
RODOLFO
Si no lo queréis…
EUGENIO
¡Largo de aquí!
RODOLFO
Adentro con él.
 
Toma el servicio y se va sin hacer caso de la pregunta de DON MARCIO.
Vuelve a salir enseguida.
MARCIO
¿De qué hablan?
EUGENIO
Repito que sé que cuando se pierde se paga; pero cuando no se tiene, no se puede pagar.
PANDOLFO
Yo me ofrecería a buscarle los treinta cequíes para salvar vuestra reputación.
EUGENIO
Acepto. ¡Café!
RODOLFO
Voy por ello.
EUGENIO
Hace tres horas que lo estoy pidiendo, y ¿todavía no está servido?
RODOLFO
Lo traje y vos me hicisteis retirarlo.
PANDOLFO
Dadle prisa.
EUGENIO
¿Me haces el favor de servirme café pronto? Vamos, ¡listo!
RODOLFO
¡Oh! Yo no me apresuro.
 
Entra.
MARCIO 
Aparte.
Este es algún negocio intrincado. Tengo curiosidad de saberlo.
EUGENIO
Pues que lo habéis ofrecido, me haríais un gran favor en proporcionarme esos treinta cequíes.
PANDOLFO
Tengo un amigo que los facilitará: pero quiere prendas a interés.
EUGENIO
Tocante a prenda no haremos nada. Bien sabéis que tengo paños en Rialto; los negociaré, y en cuanto los venda pagaré.
 
DON MARCIO se ha ido acercando a escuchar; ahora se separa.
MARCIO 
Aparte.
¡Pagaré! Ha dicho pagaré. Eso es que ha perdido sobre palabra.
PANDOLFO
Bien, y ¿qué interés podéis pagar?
EUGENIO
Arregladlo vos como mejor os parezca.
PANDOLFO
No admitirá menos de un cequí por semana.
EUGENIO
Eso es una usura.
RODOLFO
Aquí está el café.
EUGENIO
Bueno; déjame en paz.
RODOLFO
 
Aparte, retirándose.
¡Pobrecillo, el juego le saca de tino!
MARCIO
 
Entrometiéndose.
¿Qué es eso don Eugenio? ¿Tenéis alguna diferencia? ¿Queréis que yo la arregle?
EUGENIO
Gracias, don Marcio; suplícoos que me dejéis.
MARCIO
Si me necesitáis para algo, no tenéis más que mandar.
EUGENIO
Gracias, gracias. Lo que deseo es que me dejéis.
MARCIO
Vamos, señor Pandolfo, ¿qué tenéis con don Eugenio?
PANDOLFO
Un negocio de poca entidad, pero que no nos acomoda comunicar a todo el mundo.
MARCIO
Yo soy amigo de don Eugenio, conozco sus negocios, y él sabe que no soy hablador. Hasta le he prestado diez cequíes sobre unos pendientes. ¿Verdad? Y a nadie he dicho una palabra de ello.
EUGENIO
Y me parece que ahora podíais también haberlo suprimido.
MARCIO
¡Oh! Con el señor Pandolfo puede hablarse con confianza. Conque, ¿qué hay? ¿Habéis perdido? ¿Necesitáis alguna
cosa? Disponed.
EUGENIO
Pues bien, os diré la verdad. He perdido treinta cequíes sobre mi palabra.
MARCIO
Treinta y diez que os di antes hacen cuarenta. Los pendientes no pueden valer tanto.
PANDOLFO
Los treinta cequíes me encargo yo de buscarlos.
MARCIO
¡Bravo! Y bien podíais pedir cuarenta; me pagaríais los diez y yo os traspasaría los pendientes.
EUGENIO
 
Aparte.
¡Maldita sea la hora en que recurrí a ese necio!
MARCIO
¿Y por qué no tomáis el dinero que os ofrece el señor Pandolfo?
EUGENIO
Porque exige un cequí por semana de interés.
PANDOLFO
Yo no exijo nada; es el que lo presta.
EUGENIO
Haced otra cosa. Decid al señor conde que me espere veinticuatro horas, y le pagaré.
PANDOLFO
Recelo que necesite dinero y que no quiera acceder.
EUGENIO
Si pudiera vender una pieza o dos de paño, era negocio arreglado al punto.
PANDOLFO
¿Queréis que yo vea de encontraros comprador?
EUGENIO
Sí, amigo mío. Haced ese favor. Yo os lo agradeceré y os pagaré el corretaje.
PANDOLFO
Voy, pues, adecir dos palabras al señor conde, y marcho enseguida.
Entra en la casa.
MARCIO
¿Y habéis perdido mucho?
EUGENIO
Cien cequíes contantes que había vendido ayer y además treinta sobre palabra.
MARCIO
Podíais haberme devuelto lo que os presté.
EUGENIO
¡Vive Dios! No me mortifiquéis más; ya os lo pagaré.
PANDOLFO
Ya estoy de vuelta. El señor conde está dormido; se ha recostado sobre la mesa. Entretanto yo voy a terminar ese negocio. Ya he dicho al mozo que si despierta le explique la causa de mi ausencia. Esperadme vos aquí.
EUGENIO
Aquí estaré.
PANDOLFO
 
Aparte.
Precisamente esta capa está ya vieja, y es tiempo de hacerme gratis una nueva. 

Vase.