lunes, 13 de marzo de 2017

ENTRE EL AUTOR Y EL EDITOR: ENTREVISTA A ANA PRIETO NADAL



ENTREVISTA CON ANA PRIETO NADAL

con motivo de la publicación del libro

“EL TEATRO DE LLUÏSA CUNILLÉ: CLAVES Y TENDENCIAS EN SU PRODUCCIÓN DEL SIGLO XXI (2000-2015)”

en la editorial ESPERPENTO EDICIONES TEATRALES.
Tapa blanda. 212 pág. 13,8 x 21 cm. 
ISBN 978-84-945155-2-1
http://www.esperpentoteatro.es/epages/78344810.sf/es_ES/?ObjectPath=/Shops/78344810/Products/113

1.      Como investigadora teatral ya has publicado trabajos sobre asuntos muy diversos. ¿Cómo es, desde tu punto de vista, la relación entre el teatro espectáculo y el teatro como literatura?

A mí me interesan las dos vertientes, si bien reivindico el teatro como literatura, y creo que es necesario que haya editoriales como esta que pongan los textos a disposición de los lectores y, por qué no decirlo, de los potenciales directores. 
Definir los textos de teatro consiste ante todo en elegir una manera de leerlos, y lo que propongo —en particular, en este libro sobre el teatro de Lluïsa Cunillé— es una lectura presidida por la pertinencia de lo teatral, que recorre el camino de la textualidad a la teatralidad. Suelo basarme en la partitura dramatúrgica, para ver y analizar cómo está pautada desde allí la escenificación y después contrastarla con las soluciones escénicas concretas que ha aportado la dirección del espectáculo.
Dicho esto, soy consciente de que no hay un proceso igual a otro, y cada proyecto encuentra su propio camino: hay textos que están completamente cerrados y otros que se acaban de fijar durante el proceso de ensayos, así como hay espectáculos en que el punto de partida es una serie de improvisaciones.

2.      ¿Crees que el teatro va a tener un papel relevante en la cultura del siglo XXI? ¿Se puede seguir escribiendo y haciendo teatro en estos tiempos?

Creo que, a pesar de lo poco que se las valora e incentiva en este país, las artes escénicas y las artes en vivo van a ser determinantes en la cultura del siglo XXI. Cada vez hay más gente que acude al teatro buscando un espacio de reflexión, así como emociones destiladas en riguroso directo. Luego hay fenómenos que son casi irrebatibles, como el poder del teatro de Wajdi Mouawad, capaz de volver a las fuentes de la tragedia griega y hablarnos de nuestro convulso mundo contemporáneo: de la guerra, el terrorismo, las generaciones sacrificadas. De hecho, mi experiencia es que cuando un público que no suele frecuentar el teatro asiste a un buen espectáculo sale conmocionado y quiere repetir. El buen teatro ilumina el presente e indaga sobre la identidad del sujeto contemporáneo. Nos hace pensar y sentirnos vivos; ofrece emoción, verdad y un “despiadado consuelo”.

3.      El libro que acabas de publicar en Esperpento Ediciones Teatrales es, básicamente, una recensión de tu tesis doctoral sobre el teatro de Lluïsa Cunillé en este siglo. ¿Cómo descubres y te decides a estudiar su teatro?

Yo estaba cursando un máster de estudios teatrales en la UNED y tenía claro, a la hora de elegir tema para mi tesis, que quería centrarme en el estudio del teatro rigurosamente contemporáneo, y preferiblemente en la producción de una dramaturga. Me planteé varias opciones, pero me pareció necesario que Lluïsa Cunillé, sin duda la mejor autora de su generación, tuviera un estudio monográfico. Sí que había numerosos artículos que analizaban tal o cual obra de esta autora, y también un estudio extenso de Xavier Puchades, escrito en 2002, y una tesis de Fabrice Corrons, de 2009, que se ocupaba fundamentalmente de la primera parte de su obra, vinculada a la Sala Beckett y al magisterio de Sanchis Sinisterra. Yo quise centrarme en la producción del siglo XXI, menos estudiada, y mostrar cómo aquella famosa poética de la sustracción, que muchos declararon demasiado restrictiva y hasta agotada, era capaz de dar paso a un espectro mucho más amplio de formatos, registros, códigos estéticos y adscripciones genéricas. En la trayectoria de Lluïsa Cunillé han sido decisivas las colaboraciones con otros creadores, especialmente con Xavier Albertí y con Paco Zarzoso. Por eso considero que uno de los mayores aciertos de esta edición estriba en la inclusión, a modo de anexos, de las entrevistas que realicé en su momento a Albertí y Zarzoso, porque iluminan una gran cantidad de aspectos de la escritura y la cosmovisión de Cunillé, y definen de modo inmejorable algunos conceptos fundamentales de su dramaturgia.

4.      ¿Cómo definirías, en pocas palabras, el teatro de Lluïsa Cunillé?

Señala Jacques Rancière que para arrancar al espectador de su pasividad y del embrutecimiento es preciso mostrarle un espectáculo extraño, inusual, un enigma del que debe buscar el sentido; esto es, un tipo de creación que obligue a tomar distancia y afinar la mirada. El teatro de Lluïsa Cunillé emplea, sobre todo en sus inicios, estrategias de distanciamiento o de opacidad, apelando con ello al receptor implícito.

La autora le pone un espejo delante al lector / espectador para que se enfrente a sus propias convicciones, dude sí mismo y revise sus criterios; para que se posicione. Como dice Xavier Albertí, el de Cunillé es un teatro donde las armas de la sensibilidad del receptor deben estar bien afiladas.

Este teatro, en la estela de la dramaturgia beckettiana y pinteriana, se reconoce por la desconcertante intensidad dramática y poética de sus diálogos y situaciones. Destaca la perplejidad con que los personajes viven su involuntario desacuerdo con el mundo, con sensación de desajuste permanente. Hay que decir que, a partir de un determinado momento, con el cambio de siglo, se produce una abertura y una inflexión en esta escritura, que deja de interesarse tanto por el silencio, lo tácito u omitido, y apuesta más por la exploración del personaje. Además, la escritura dramática de Cunillé dialoga incesantemente con la tradición, en un trabajo de síntesis y reelaboración de formas dramáticas preexistentes. Y se convierte, por ello, en una gran caja de resonancia.

Su escritura muestra un potencial inagotable que se reinventa constantemente, sin repetirse y al mismo tiempo sin traicionar jamás su particular mirada sobre el mundo. El teatro de Lluïsa Cunillé es heterogéneo y multiforme pero coherente, hasta el punto de que podría decirse que las distintas obras de la autora dialogan entre sí.

5.      ¿Tiene recorrido, en la sociedad de la banalización, un teatro más complejo que exige al espectador poner algo de su parte y no dejarse, simplemente, arrastrar por el torbellino de lo fácil?

Creo que hay una necesidad —y una demanda— de otros espacios de reflexión, más allá de las pantallas. Es verdad que hay una narrativa de lo vertiginoso, que predomina en las series televisivas que más arrasan, y que de algún modo está formateando el gusto y las expectativas del gran público. Incluso diría que estamos ante un cambio de paradigma cognitivo. Eso se ve observando a las nuevas generaciones, y mirándonos también a nosotros mismos, que en los últimos años hemos perdido en capacidad de concentración y nos hemos volcado en el consumo de estas nuevas narrativas del vértigo, por decirlo de algún modo. De todos modos, y por eso mismo, hay también una necesidad de hallar espacios para la reflexión y para la (auto)crítica. Contra esta sociedad del espectáculo y la inmediatez, y con la exigencia implícita de no sucumbir al autocomplaciente discurso hegemónico, teatros como el de Cunillé buscan una reflexión derivada de un proceso receptor que no sea mera contemplación, y exhortan al espectador a completar el sentido.

6.      ¿Son universales los temas que trata Lluïsa Cunillé en sus obras?

El tema fundamental, susceptible de adoptar distintas máscaras, es el de las relaciones humanas en nuestra sociedad actual, en clave cotidiana e íntima. Se opera una suerte de introspección sobre la realidad. El punto de partida es la cotidianidad, la anécdota que preside y anuda nuestras vidas, y en la que de pronto puede abrirse una brecha por donde se cuela lo insólito, extraño o ignoto, así como lo trágico e inconfesable. Y la emoción.

Una gran preocupación ética vertebra el teatro de Lluïsa Cunillé, y ello es indesligable de la dimensión social —y política— que presentan sus obras, sobre todo las de los últimos años. La autora capta momentos y paisajes de la sociedad contemporánea, a menudo en diálogo con su pasado reciente, y pone de manifiesto sus deficiencias, casi siempre de modo subliminal y sin subrayados. Lluïsa Cunillé contribuye a explicar, a través de las formas de la vida material y el mundo psíquico de sus persoanjes, las lógicas que orquestan las transformaciones del presente social e histórico. Permite una mirada distanciada e incisiva a nuestra realidad, y revisa momentos históricos, siempre a partir de peripecias individuales y con alusiones oblicuas. Así, El bordell ofrece una visión esperpéntica del 23-F; El gat negre se asoma a los albores del nazismo desde la estética del cabaret; El carrer Franklin aborda en clave de farsa la crisis económica resultante del neoliberalismo más salvaje, y Boira nos sitúa en un nebuloso país de Europa del Este tras la caída del muro de Berlín.  

7.      Formalmente, ¿es este teatro novedoso o, más bien, deudor de las vanguardias históricas?

Es un teatro que bebe de muchas fuentes, pero lo pasa todo por un filtro marcadamente Cunillé. En cada nueva obra la autora se propone hacer algo distinto, y ello incluye citaciones intertextuales y guiños metateatrales, y también homenajes explícitos a autores como Brecht, Beckett, Ionesco, Koltès y Valle-Inclán, entre otros.

En la estela beckettiana y pinteriana, el teatro de Cunillé en los años noventa muestra la falsedad y la insuficiencia del lenguaje; escenifica una cotidianidad invadida por una inquietante extrañeza, y se sirve asimismo de un cierto simbolismo residual e irreductible. A través de diversos mecanismos y formas artísticas propias de la fragmentación contemporánea, nos sumerge en un universo opaco e inestable donde es imposible prever el rumbo que tomarán los diálogos, ni cómo o en qué momento girará la acción hacia el humor o el enigma.

En el siglo XXI Lluïsa Cunillé ha seguido manteniendo algunas constantes que se hallaban en sus primeras piezas, pero también ha ensanchado territorios: ha explorado las posibilidades de los personajes; ha experimentado con el espacio y el tiempo; ha hibridado géneros, y ha ampliado el espectro de influencias teatrales y culturales en general. Esta parte de su producción abarca desde el intimismo y laconismo de propuestas como Passatge Gutenberg (2000) hasta el registro grotesco y la apuesta farsesca de El carrer Franklin (2015).

8.      ¿Observas que sigue fluyendo con normalidad el intercambio teatral entre Cataluña y el resto de España?

Creo que vivimos bastante de espaldas los unos respecto de los otros. Por supuesto que hay colaboraciones y hasta coproducciones, y los creadores se relacionan sin problemas ni prejuicios, pero no se consigue dar la visibilidad que sería deseable a tantas propuestas interesantes, de uno y otro lado, que no circulan todo lo que deberían. Hay una gran vitalidad artística, a pesar de la tremenda y denigrante precariedad que acosa al sector; pero la gran traba procede de las instituciones y de su gestión excesivamente politizada, que determina los criterios de producción y de exhibición y dificulta enormemente las giras y la promoción a nivel estatal. Yo agradecería que propuestas de gran calidad surgidas en Madrid o en Málaga o en La Coruña, etc., pudieran verse en Cataluña, y viceversa. Es un problema de voluntad política.

9.       Para terminar, puedes decirnos ¿cómo llegaste a publicar con Esperpento Ediciones Teatrales? ¿Cómo ha sido tu experiencia con esta editorial?

El encuentro se dio de manera sencilla y natural, en el sentido de que fue promovido por ambas partes. Yo quería darle salida a un trabajo de varios años sobre una autora muy relevante de nuestro panorama teatral, y había pensado en hacerle una propuesta a Fernando Olaya, el editor, porque conocía su nueva colección de estudios teatrales y Esperpento me parecía la editorial adecuada, ahí donde encajaba a la perfección este monográfico sobre Lluïsa Cunillé. Debo decir que él se adelantó y me propuso publicar una versión quintaesenciada de mi tesis doctoral. Fernando y yo nos conocíamos de los Seminarios Internacionales del SELITEN@T, y nos seguíamos la pista. A mí me parece muy loable la labor que está realizando al frente de Esperpento Ediciones Teatrales. Lo he dicho ya en alguna parte: me parece algo rayano en el activismo cultural el hecho de decidirse no solo a publicar obras de teatro, y permitir así que los textos tengan otras vidas y no se agoten en la representación, sino también —y esto sí que es una especificidad de esta editorial— estudios sobre teatro. Me alegra mucho poder formar parte de este proyecto, y espero que podamos seguir colaborando en el futuro.  

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