lunes, 9 de abril de 2018

CONFIDENCIAS DE UN EDITOR DE TEATRO: EL INCREÍBLE CASO DE LOS SHAKESPEARE´S ESPONTÁNEOS


CONFIDENCIAS DE UN EDITOR DE TEATRO 

“El increíble caso de los 
Shakespeare´s espontáneos...”


Fernando Olaya Pérez
 (Editor de Esperpento Ediciones Teatrales)



Como editor de textos teatrales uno se encuentra con casi de todo. Bueno, malo y regular. Era de esperar… Probablemente uno de hechos recurrentes que más hayan llamado mi atención, ejerciendo esta profesión, es lo que he titulado “El increíble caso de los Shakespeare´s espontáneos…” Resumiendo la trama podemos decir que hay gente que se levanta una buena mañana y se cree que es la reencarnación dramatúrgica del bardo. Lo más curioso es que esto ocurre, a veces, sin haber pasado ni tan siquiera por la puerta de un teatro y, mucho menos, habiendo leído alguna obra teatral. Son claros casos de abducción, donde la persona (letrada o iletrada) cree súbitamente estar en posesión de unos conocimientos dramáticos sólidos que le permiten la construcción de una obra teatral de innegable y superior valía.

Una vez abducidos, estos seres se prestan frenéticamente a escribir sus obras, aunque algunos no pasan de la primera, y una vez terminada la dan a leer, ufanos, a sus familiares y amigos. La mayoría de estos lectores incómodos, alaban y loan el engendro sin encontrar ninguna tacha que haga dudar de su valía al espontáneo.

Este, envalentonado, envía el manuscrito a los más importantes teatros y centros dramáticos de la nación y del extranjero. Seguro de sí mismo, también lo envía a algunas de las más ilustres figuras del teatro, el cine o la televisión (ya vamos creciéndonos y estamos en el ámbito intermedial). Dependiendo del nivel cultural del abducido los agasajados suelen ser los actores y actrices famosos, pero también directores de cine y teatro, o grandes escritores, en los que se busca un apadrinamiento (también espontáneo).

El nerviosismo se va adueñando del interfecto ante el silencio que sobreviene en las semanas posteriores. ¿No lo habrán recibido? Seguro que es culpa del servicio de correos. Este país no funciona… Pero no cunde el desánimo. Habrá que intentarlo, directamente, con las editoriales. Nueva tanda de envíos a las grandes editoriales (Planeta, Cátedra, etc.). Nuevo periodo de silencio. Nervios, inquietud, desasosiego…

Algo debe de estar mal enfocado. Entonces se inicia una frenética búsqueda en “google” para encontrar editoriales especializadas en teatro. Ahí no puede fallar. Es tiro fijo. Encuentra una, dos, tres, tal vez cuatro. No hay muchas. Y alguna parece, incluso, cutrecilla. No conoce a ninguno de los autores de su catálogo. Da igual. Seguro que este es el lugar. Luego ya vendrán las grandes editoriales, los actores famosos y los grandes teatros a buscarle. Lo importante es publicar. Y de ahí a la eternidad…

Nuevo periodo de silencio. Insufrible. De repente un editor contesta. Bisoño, le responde que no puede entrar a valorar su obra ya que no cuenta con un currículum y/ o una formación específica en artes escénicas. El espontáneo, ofuscado, contesta con despecho. Definitivamente, ha entrado en la categoría de los incomprendidos. Es un artista no valorado en su tiempo, y como tantos otros, su obra resurgirá de las cenizas en la posteridad.

De esta pequeña historieta podemos colegir que el arte (también el escénico) nace en el fondo de la mente del ser humano, como una necesidad primordial de su ser. Es cierto y necesario. Ahora bien, todas las cosas en el ámbito de saber humano necesitan de un aprendizaje. Uno no se levanta una mañana y construye la catedral de Burgos, ni pinta el Guernica, ni escribe Hamlet. Escribir es una cosa que (casi) todos sabemos hacer, pero otra cosa es la literatura. Y encima la literatura dramática tiene que pelearse en un escenario con todo un entramado psico-social que denominamos teatro. Casi nada… Y, por favor, no dejen de escribir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario